25 junio 2008
"El Aniceto", Favio ahora duerme en paz
PARA VOS PABLO. El otro día mencionamos en el chat, en la columna derecha del blog, la películas "El Aniceto" dirigida POR LEONARDO FAVIO y una versión musical de la famosisima película que él mismo filmó en 1966. El Aniceto se estreno la semana pasada en Bs. AS. y algunas otras provincias del país, aquí en santiago por desgracia y como siempre ni noticias che. Para ir calentándonos las manos reproduzco una entrevista que la revista Ñ le hizo a Favio y salio publicada el 09/06.
Antes dejo el trailer de la película, y luego a continuación unas escenas de la película original con Federico Luppi, y después la entrevista.
Llegar a la guarida -al hogar, al bulín, al espacio- de Leonardo Favio es una pequeña aventura con reminiscencias cinéfilas. Uno llama al timbre de un antiguo edificio de departamentos, ubicado en el Once, y una de sus fieles asistentes lo conduce hasta el piso en cuestión, tenuemente iluminado. Pero sólo hemos superado la primera etapa. De allí hay que subir una escalera caracol muy estrecha hacia otro piso más y tocar el timbre de una puerta maciza de madera. Tras la puerta, de espaldas, está Favio en su sillón, sentado. Sólo se escucha su respiración. Si todo parece una escena típica de cine negro (imaginen Al borde del abismo y su iluminación expresionista, o una película de gangsters donde un pobre diablo finalmente se presenta, intimidado, ante El Jefe), esa impresión desaparece en un instante apenas Leonardo exhibe su amplia sonrisa, extiende su mano y lanza una primera broma.
Ese es el lugar que Favio (70) eligió para, como él dice, "estar conmigo". Tiene dos escritorios, una laptop, varios DVDs, unas pocas fotos, partituras, libros, casi ningún objeto que remita a su carrera cinematográfica y un mini-gimnasio incorporado con bicicleta incluida. "Siempre salgo andar en bici", dice y su asistente (secretaria, coguionista, Verónica Muriel) bromea con que van a hacerle un rodante (suerte de paisaje giratorio) en la ventana para que el asunto parezca en serio.
Ese mundo cada vez más interior de Favio está reflejado en Aniceto, una película hecha en un hangar donde todo fue construido, la luz es artificial, el sonido (como siempre en sus películas) no es directo, casi no hay diálogos y la música inunda la pantalla. No es tanto el "Aniceto ballet" que se preveía, ya que la parte musical va cediendo espacio con el correr del relato, pero sí uno bastante diferente al original.
Llevada a la pantalla en 1966 como El romance del Aniceto y la Francisca, y convertida en uno de los clásicos del cine nacional, ambos filmes -basados en el cuento "El cenizo" de su hermano Zuhair Jury- cuentan la historia de un hombre que empieza una relación con una sencilla y tierna mujer (Francisca) para luego dejarla por otra (Lucía), morocha atractiva y peligrosa, y finalmente quedarse sin nada, ni siquiera su amado gallo de riña. Esta versión, a diferencia de aquella, excede lo cinematográfico. Y es por eso que quiso hacerla. El mismo lo explica:
"En esta película no quise reflejar tanto mis ideas sobre el cine sino sobre la belleza del espectáculo audiovisual -dice-. En "El romance..." era la plasticidad, la cámara en movimiento. Acá no, acá es "un revoltijo de emociones": la pintura, las sombras, el agua, los gitanos, la danza. Quiero romper los límites de lo cinematográfico. Ese es mi sueño. Y creo que en la próxima lo voy a agudizar más. Llegué a la conclusión de que todo es valido para lograr la emoción. Y que hay otras formas de hacerlo".
¿Por qué volver a "El romance..."?
No me pareció extraño recurrir a ella. A mí siempre me gustó, sobre todo los desplazamientos, los silencios. Pero esta película es otra cosa. ¿Por qué volver a Romeo & Julieta, a Hamlet? Es una obra que subyuga y que tiene distintas posibilidades de expresión, y uno no le tiene que tener miedo a nada cuando está creando, cuando decide contar algo bello o que le gusta mucho. No dudaría un segundo en volver a hacer otras películas de nuevo.
¿Revió la original en la preparación?
No, no la volví a ver. Salieron de una misma matriz pero son dos hermanos, no tienen nada que ver. Si ves una puesta hoy de El lago de los cisnes, ves a Nureyev. Después podés ver a Nijinsky y no tienen nada que ver. Y sin embargo la obra es la misma.
¿Cómo es su relación con el ballet?
Ni bien nos pusimos a trabajar en el libro me puse a ver todos los documentales de ballet que encontré. Nunca había sido muy amante del ballet. Era ignorante. A partir de ahí me empezaron a gustar cosas. Le dije a la coreógrafa (Margarita Fernández, que luego sumó a Laura Roatta): "¿pero quién le pone el cascabel al gato?" Obvio, Julio Bocca es de los más grandes pero no me daba el físico. Pero ella lo vio a Hernán Piquín y me dijo: "Es él". Lo llamamos y a la media hora estaba acá. Era el Aniceto.
Llama la atención que filmó casi todos los ballets en un solo plano...
Siempre lo pensé así. Iba a los ensayos, los veía bailar y pensaba: ¿qué le vas a agregar a esas figuras que hacen? Es incomodarlos.
¿Se ensayó mucho para lograr eso?
No, muy poco. Si repetíamos era a pedido de ellos. Si sentían que se equivocaban en un paso, lo hacíamos de nuevo hasta que quedara perfecto. El nivel actoral de ellos fue espectacular, maravilloso, de los tres (Natalia Pelayo y Julieta Baldoni encarnan a Francisca y a Julia, personajes que en el original interpretaban Elsa Daniel y María Vaner). Son asombrosos. Yo colocaba la cámara, les daba una marcación y eran impresionantes. Creo que Piquín tiene un gran futuro como actor.
Muchos piensan que "El romance..." es su mejor película. ¿Está de acuerdo?
Es una costumbre decir eso. No sabría qué responderte. A mí me gusta más El dependiente: los tiempos, el ritmo...
Ahora filma poco, cada ocho años, ¿es por dificultades para producir o porque son sus tiempos?
Son mis tiempos, de golpe hago una película cada año y medio, como Juan Moreira, Nazareno Cruz y Soñar soñar. O las anteriores. Y de golpe, por razones ajenas, me paso ocho o dieciséis años sin filmar, como con Gatica. Pero doy las gracias a Dios que me dedico a la canción que me da el sustento, así que no extraño mucho el set. Ahora no estoy cantando, pero tampoco extraño. Mientras tenga para vivir... Yo no hago el ombligo mío ni del cine ni de la canción. Trato de estar en paz conmigo y con la gente que quiero. Mi vida no pasa por filmar ni pasa por cantar, pasa por estar contento.
¿Y está contento?
En estos momentos, sí. Duermo en paz, hace mucho tiempo que no tengo pesadillas. Tuve una etapa de pesadillas muy duras, cuando murió mi madre, pesadillas horrorosas de las cuales no me quiero ni acordar. Pero pasada esa etapa volví a estar en paz.
Cuándo recuerda su vida y su carrera, ¿hay cosas de las que se arrepiente?
Sí, de no haber compartido más con mi madre toda mi obra. Era una mujer muy talentosa. Aprendí de ella todo lo que es marcar actores. Tenía una compañía de radioteatro, era brillante, y no compartí todo mi mundo con ella. Después he cometido pequeñeces, como todos. Uno se manda cagadas, serias a veces. Haber jodido a gente, haberla hecho que sueñe y después escaparme, esas cosas que tiene uno cuando se pone un poco miserable. Pero no fueron grandes cosas. Lo importante es como uno las lleva en su conciencia.
¿Y cosas de las que está orgulloso?
Tengo un conflicto con eso. Es que casi todo lo atribuyo a Dios, entonces Dios determina que vos brilles en determinada cosa y no en otra. Hasta tu conducta. A nadie le gusta hacer mal las cosas. Ahora, si vos te obstinás en que lo tuyo es el cine o la pintura, y por ahí no es... no hay nada más jodido. Yo sí estoy orgulloso del hombre que construí, porque lo construí yo. Transitar con cierta gente está bien y con otra mal, esto está bien o esto está mal. Hay algo que es de toda mi vida: yo no planifico, dejo que las cosas pasen y vengan, y si no vienen es porque no tenían que venir. Yo espero. Siempre espero.
¿Qué espera?
Cuando era chiquito el deseo de que viniera mi madre a verme en forma obstinada. Y venía. Cuando crecí, el hecho de hacer cine. Yo sabía que lo iba a hacer. ¿Cómo explicás eso? Yo escribo un decorado y al final está. ¿Cómo hacés para que te salga bien una obra? Proponételo a ver qué te sale. La obra va a salir si Dios lo determina. A todos nos gustaría ser García Márquez o Borges, pero Dios determina eso.
¿Siempre fue creyente o eso fue creciendo con el tiempo?
Siempre tuve la total convicción y certeza de Dios. No hay nada más evidente. Dios lo abarca todo, no te podés escapar a su mirada, y a la vez es tan lindo, porque te sentís como un pollito debajo del ala de una gallina. Cuando te vienen las grandes dudas, entonces te dormís así y te dormís mucho mejor. Además, pensá en que de ésta no te podés escapar, de la eternidad. No hay trincheras. ¿Adónde vas a ir? Te evaporás, pero quedás en la atmósfera. Es la única idea que me angustia. Por más que trates no podés; estás en la eternidad.
¿Sigue meditando?
Sí, lo hago, pero todos lo ven como una cosa extraña... La meditación es quedarte con vos, en silencio, y eso te hace mucho bien. Te volvés menos dañino, le tenés más piedad a la gente, te tenés más piedad a vos.
Menciona seguido a Kurosawa, y a mí esta película recuerda un poco en "Sueños", ¿es de revisitar clásicos?
Soy fanático de Kurosawa desde que vi Rashomon a los 15 años. Y me encanta ver cine. El ciudadano la vi más de cien veces. Uno aprende mucho. Lo mejor que puede hacer un tipo que hace cine es ver películas. Son disparadores.
¿Pero ve también a directores jóvenes?
Claro. Cuando vi Caja negra, de Luis Ortega, sentí que estaba ante uno de los grandes poetas que dio el cine. Y Monobloc recién ahora la estoy entendiendo. También me gusta (Jorge) Gaggero y muchos más. Me gusta ver que sigue surgiendo talentos en la Argentina.
¿Y a qué lo atribuye?
Está en los genes. Estamos muy bien alimentados y el cerebro necesita proteínas... No sé, hay tanos, moishes, turcos: algo tiene que salir de semejante cóctel.
¿Y qué consejos les da a los jóvenes?
Lo primero que les aconsejo es que coman poco antes de dormir.
¿Durante los rodajes?
No, toda la vida. Es muy bueno. Les deseo una buena digestión.
Antes dejo el trailer de la película, y luego a continuación unas escenas de la película original con Federico Luppi, y después la entrevista.
Llegar a la guarida -al hogar, al bulín, al espacio- de Leonardo Favio es una pequeña aventura con reminiscencias cinéfilas. Uno llama al timbre de un antiguo edificio de departamentos, ubicado en el Once, y una de sus fieles asistentes lo conduce hasta el piso en cuestión, tenuemente iluminado. Pero sólo hemos superado la primera etapa. De allí hay que subir una escalera caracol muy estrecha hacia otro piso más y tocar el timbre de una puerta maciza de madera. Tras la puerta, de espaldas, está Favio en su sillón, sentado. Sólo se escucha su respiración. Si todo parece una escena típica de cine negro (imaginen Al borde del abismo y su iluminación expresionista, o una película de gangsters donde un pobre diablo finalmente se presenta, intimidado, ante El Jefe), esa impresión desaparece en un instante apenas Leonardo exhibe su amplia sonrisa, extiende su mano y lanza una primera broma.
Ese es el lugar que Favio (70) eligió para, como él dice, "estar conmigo". Tiene dos escritorios, una laptop, varios DVDs, unas pocas fotos, partituras, libros, casi ningún objeto que remita a su carrera cinematográfica y un mini-gimnasio incorporado con bicicleta incluida. "Siempre salgo andar en bici", dice y su asistente (secretaria, coguionista, Verónica Muriel) bromea con que van a hacerle un rodante (suerte de paisaje giratorio) en la ventana para que el asunto parezca en serio.
Ese mundo cada vez más interior de Favio está reflejado en Aniceto, una película hecha en un hangar donde todo fue construido, la luz es artificial, el sonido (como siempre en sus películas) no es directo, casi no hay diálogos y la música inunda la pantalla. No es tanto el "Aniceto ballet" que se preveía, ya que la parte musical va cediendo espacio con el correr del relato, pero sí uno bastante diferente al original.
Llevada a la pantalla en 1966 como El romance del Aniceto y la Francisca, y convertida en uno de los clásicos del cine nacional, ambos filmes -basados en el cuento "El cenizo" de su hermano Zuhair Jury- cuentan la historia de un hombre que empieza una relación con una sencilla y tierna mujer (Francisca) para luego dejarla por otra (Lucía), morocha atractiva y peligrosa, y finalmente quedarse sin nada, ni siquiera su amado gallo de riña. Esta versión, a diferencia de aquella, excede lo cinematográfico. Y es por eso que quiso hacerla. El mismo lo explica:
"En esta película no quise reflejar tanto mis ideas sobre el cine sino sobre la belleza del espectáculo audiovisual -dice-. En "El romance..." era la plasticidad, la cámara en movimiento. Acá no, acá es "un revoltijo de emociones": la pintura, las sombras, el agua, los gitanos, la danza. Quiero romper los límites de lo cinematográfico. Ese es mi sueño. Y creo que en la próxima lo voy a agudizar más. Llegué a la conclusión de que todo es valido para lograr la emoción. Y que hay otras formas de hacerlo".
¿Por qué volver a "El romance..."?
No me pareció extraño recurrir a ella. A mí siempre me gustó, sobre todo los desplazamientos, los silencios. Pero esta película es otra cosa. ¿Por qué volver a Romeo & Julieta, a Hamlet? Es una obra que subyuga y que tiene distintas posibilidades de expresión, y uno no le tiene que tener miedo a nada cuando está creando, cuando decide contar algo bello o que le gusta mucho. No dudaría un segundo en volver a hacer otras películas de nuevo.
¿Revió la original en la preparación?
No, no la volví a ver. Salieron de una misma matriz pero son dos hermanos, no tienen nada que ver. Si ves una puesta hoy de El lago de los cisnes, ves a Nureyev. Después podés ver a Nijinsky y no tienen nada que ver. Y sin embargo la obra es la misma.
¿Cómo es su relación con el ballet?
Ni bien nos pusimos a trabajar en el libro me puse a ver todos los documentales de ballet que encontré. Nunca había sido muy amante del ballet. Era ignorante. A partir de ahí me empezaron a gustar cosas. Le dije a la coreógrafa (Margarita Fernández, que luego sumó a Laura Roatta): "¿pero quién le pone el cascabel al gato?" Obvio, Julio Bocca es de los más grandes pero no me daba el físico. Pero ella lo vio a Hernán Piquín y me dijo: "Es él". Lo llamamos y a la media hora estaba acá. Era el Aniceto.
Llama la atención que filmó casi todos los ballets en un solo plano...
Siempre lo pensé así. Iba a los ensayos, los veía bailar y pensaba: ¿qué le vas a agregar a esas figuras que hacen? Es incomodarlos.
¿Se ensayó mucho para lograr eso?
No, muy poco. Si repetíamos era a pedido de ellos. Si sentían que se equivocaban en un paso, lo hacíamos de nuevo hasta que quedara perfecto. El nivel actoral de ellos fue espectacular, maravilloso, de los tres (Natalia Pelayo y Julieta Baldoni encarnan a Francisca y a Julia, personajes que en el original interpretaban Elsa Daniel y María Vaner). Son asombrosos. Yo colocaba la cámara, les daba una marcación y eran impresionantes. Creo que Piquín tiene un gran futuro como actor.
Muchos piensan que "El romance..." es su mejor película. ¿Está de acuerdo?
Es una costumbre decir eso. No sabría qué responderte. A mí me gusta más El dependiente: los tiempos, el ritmo...
Ahora filma poco, cada ocho años, ¿es por dificultades para producir o porque son sus tiempos?
Son mis tiempos, de golpe hago una película cada año y medio, como Juan Moreira, Nazareno Cruz y Soñar soñar. O las anteriores. Y de golpe, por razones ajenas, me paso ocho o dieciséis años sin filmar, como con Gatica. Pero doy las gracias a Dios que me dedico a la canción que me da el sustento, así que no extraño mucho el set. Ahora no estoy cantando, pero tampoco extraño. Mientras tenga para vivir... Yo no hago el ombligo mío ni del cine ni de la canción. Trato de estar en paz conmigo y con la gente que quiero. Mi vida no pasa por filmar ni pasa por cantar, pasa por estar contento.
¿Y está contento?
En estos momentos, sí. Duermo en paz, hace mucho tiempo que no tengo pesadillas. Tuve una etapa de pesadillas muy duras, cuando murió mi madre, pesadillas horrorosas de las cuales no me quiero ni acordar. Pero pasada esa etapa volví a estar en paz.
Cuándo recuerda su vida y su carrera, ¿hay cosas de las que se arrepiente?
Sí, de no haber compartido más con mi madre toda mi obra. Era una mujer muy talentosa. Aprendí de ella todo lo que es marcar actores. Tenía una compañía de radioteatro, era brillante, y no compartí todo mi mundo con ella. Después he cometido pequeñeces, como todos. Uno se manda cagadas, serias a veces. Haber jodido a gente, haberla hecho que sueñe y después escaparme, esas cosas que tiene uno cuando se pone un poco miserable. Pero no fueron grandes cosas. Lo importante es como uno las lleva en su conciencia.
¿Y cosas de las que está orgulloso?
Tengo un conflicto con eso. Es que casi todo lo atribuyo a Dios, entonces Dios determina que vos brilles en determinada cosa y no en otra. Hasta tu conducta. A nadie le gusta hacer mal las cosas. Ahora, si vos te obstinás en que lo tuyo es el cine o la pintura, y por ahí no es... no hay nada más jodido. Yo sí estoy orgulloso del hombre que construí, porque lo construí yo. Transitar con cierta gente está bien y con otra mal, esto está bien o esto está mal. Hay algo que es de toda mi vida: yo no planifico, dejo que las cosas pasen y vengan, y si no vienen es porque no tenían que venir. Yo espero. Siempre espero.
¿Qué espera?
Cuando era chiquito el deseo de que viniera mi madre a verme en forma obstinada. Y venía. Cuando crecí, el hecho de hacer cine. Yo sabía que lo iba a hacer. ¿Cómo explicás eso? Yo escribo un decorado y al final está. ¿Cómo hacés para que te salga bien una obra? Proponételo a ver qué te sale. La obra va a salir si Dios lo determina. A todos nos gustaría ser García Márquez o Borges, pero Dios determina eso.
¿Siempre fue creyente o eso fue creciendo con el tiempo?
Siempre tuve la total convicción y certeza de Dios. No hay nada más evidente. Dios lo abarca todo, no te podés escapar a su mirada, y a la vez es tan lindo, porque te sentís como un pollito debajo del ala de una gallina. Cuando te vienen las grandes dudas, entonces te dormís así y te dormís mucho mejor. Además, pensá en que de ésta no te podés escapar, de la eternidad. No hay trincheras. ¿Adónde vas a ir? Te evaporás, pero quedás en la atmósfera. Es la única idea que me angustia. Por más que trates no podés; estás en la eternidad.
¿Sigue meditando?
Sí, lo hago, pero todos lo ven como una cosa extraña... La meditación es quedarte con vos, en silencio, y eso te hace mucho bien. Te volvés menos dañino, le tenés más piedad a la gente, te tenés más piedad a vos.
Menciona seguido a Kurosawa, y a mí esta película recuerda un poco en "Sueños", ¿es de revisitar clásicos?
Soy fanático de Kurosawa desde que vi Rashomon a los 15 años. Y me encanta ver cine. El ciudadano la vi más de cien veces. Uno aprende mucho. Lo mejor que puede hacer un tipo que hace cine es ver películas. Son disparadores.
¿Pero ve también a directores jóvenes?
Claro. Cuando vi Caja negra, de Luis Ortega, sentí que estaba ante uno de los grandes poetas que dio el cine. Y Monobloc recién ahora la estoy entendiendo. También me gusta (Jorge) Gaggero y muchos más. Me gusta ver que sigue surgiendo talentos en la Argentina.
¿Y a qué lo atribuye?
Está en los genes. Estamos muy bien alimentados y el cerebro necesita proteínas... No sé, hay tanos, moishes, turcos: algo tiene que salir de semejante cóctel.
¿Y qué consejos les da a los jóvenes?
Lo primero que les aconsejo es que coman poco antes de dormir.
¿Durante los rodajes?
No, toda la vida. Es muy bueno. Les deseo una buena digestión.
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