Por Alejandro Jozami

Generalmente las películas de ciencia ficción, pasado unos años de su estreno, suelen quedar atrasadas, obsoletas y hasta resultar inverosímiles e irrisorias en algunos casos.

Esa es una de las razones fundamentales por lo que es muy difícil encontrar clásicos en este género, al que el tiempo no le hace bien muchas veces.

El Planeta de los Simios, al contrario de lo común, no ha perdido absolutamente nada de vigencia, sigue casi tan intacta como en el día de su estreno, hace ya cuarenta años (1968), y casi a la par de la remake dirigida por Tim Burton en el 2001.

La sola presencia de Charlton Heston (maestro infalible a la hora del cine catástrofe) la convierte en un clásico. Su actuación, muy al estilo de la época, y a “su propio estilo”, único, hacen que esta joya del cine avance, sea absolutamente apetecible, creíble y se comprenda. Cabe aclarar que Heston no era un virtuoso a la hora de actuar, pero si un icono cinematográfico debido a su increíble carácter frente a la cámara, que queda completamente atrapada y enamorada desde que este hombre aparece por primera vez en pantalla.

La historia del filme se centra en un grupo de astronautas que luego de una misión espacial vuelven a la tierra. Tras unos desperfectos técnicos en la nave, ésta se estrella en un planeta idéntico al nuestro, con la única y gran diferencia que allí los seres inteligentes son los simios, y los humanos son tratados como mascotas, como seres inferiores. Tratar de averiguar porque ha sucedido esto con la evolución en ese lugar será la meta principal del intrépido Charlton Heston.

Asterisco aparte se merece la escena final, que termina por dar forma y cerrar de manera sublime una genial puesta en escena, de una enorme película de todos los tiempos.